jueves, 3 de julio de 2008

Crónica Nº9 de 2008

Crónica 2008.06.29, Nº 9 de 2008

Sigo comentando y tratando de contestar a nivel general comunicaciones o consultas que me han enviado Lectores de estas Crónicas, a quienes les he escrito individual y detalladamente. En otras Crónicas trataré de continuar comentando lo indicado por otros Lectores. Uso Lectores y Crónicas para distinguir de los vocablos generales lectores y crónicas, no por petulancia.

1. Las dudas de algunos sobre la llegada de EE.UU. a la Luna en 1969-1971

En la Crónica 7 anoté, al pasar, que China ha anunciado que pondrá cosmonautas en la Luna en 2015 y que NASA proyecta volver a ella con astronautas en 2020. El Lector MJ me comunica que ese intervalo de unos 50 años para volver a la Luna le hace dudar de que se llegó, con astronautas, a ella. Esa duda se agrega a la de algunos, estadounidenses y otros, que han escrito que los alunizajes parecen haber sido fraudes y montajes de NASA. Quienes creen eso se concentran en el primer alunizaje, en 1969, y describen muchos detalles que les parecen sospechosos. NASA e independientes han formulado explicaciones sobre esos detalles.

Mi familia y yo vimos en TV el primer alunizaje de los astronautas estadounidenses. Mi suegra, muy religiosa, nunca creyó que eso fuera cierto. Los demás lo creímos. Muchos años después leí un artículo en la revista española “Año Cero” en el que se mencionaban diversos detalles que algunos, norteamericanos y otros, consideraban como pruebas de que el primer alunizaje no había ocurrido y que todo lo que se televisó y fotografió era un fraude, un simple montaje. Como “pruebas” aducen una veintena de detalles. Siempre que ocurre algo surgen teorías de conspiraciones y confabulaciones sobre ello. En Internet están todos esos detalles y las respuestas que se han dado para explicarlos.

Uno de los detalles es la bandera que parece flamear, aunque la Luna no tiene atmósfera. La explicación que se da es que la bandera era de plástico, justamente para que se mantuviera horizontal. Las aparentes ondulaciones que presenta son arrugas, ya que venía plegada en el módulo de alunizaje. Otro detalle es que en el cielo, negro, no aparecen estrellas: las hay en la fotografía original. Se dice que el astronauta no proyecta sombra: sí la arroja pero no se nota bien porque cae casi toda en una pequeña hondonada paralela. Otra duda es sobre quién tomó las fotos del astronauta que baja la escalera. Obviamente, había luces y cámaras apropiadas en el módulo de alunizaje. Otra crítica es la de que ningún humano puede pasar por los cinturones Van Allen sin morir, por la radiación. Eso sería si se recorrieran esas capas, pero el cruce de la nave fue normal a ellas y brevísimo. NASA había anticipado eso, así como la protección contra la radiación y las extremas temperaturas en la Luna. También se aduce, en apoyo de la tesis del montaje, la conducta evasiva o temperamental de los astronautas después de su regreso. Uno lloró cuando le preguntaron algo. Finalmente, en la teoría de las conspiraciones, se recuerda que varios de los “lunautas” fallecieron después en accidentes aéreos, además de los tres que murieron calcinados antes de despegar de la Tierra, y se aduce que eso era para “acallarlos”. Repito que “cada quien cree lo que quiere creer”. Y teorías de conspiraciones hay para todo.

Uno de mis razones para creer en el alunizaje es que la URSS, el único adversario espacial y de la Guerra Fría, habría denunciado rápida y gustosamente cualquier fraude de EE.UU. en eso. Pero se aduce que la URSS tuvo pésimas cosecha en esos años y que extorsionó, con su silencio, a EE.UU. para que le enviara grandes cargamentos de alimentos. Mi principal razón para creer en la realidad de esos alunizajes, y parecerá extraña, radica en la experiencia epifánica espacial del astronauta Edgar D. Mitchell, citado más abajo, a menos que alguien crea que la inventó o que la tuvo en la Tierra.

Una razón para que EE.UU. no haya vuelto con astronautas a la Luna después de esa época es que el costo de esas misiones tripuladas fue muy oneroso, parece que sobre 100 mil millones de dólares equivalentes de ahora. Científicamente, esos viajes aportaron datos que se habrían obtenido con menos costo y riesgo con vuelos no tripulados y vehículos robóticos. Se exceptúan los datos biológicos y sicológicos de los astronautas. Además, esos alunizajes eran por breve tiempo, no como las misiones tripuladas que se planean para 2020. Habría que decir más sobre esto.

El día en que EE.UU. iba a poner su primer astronauta en el espacio, algunos estudiantes extranjeros de la Universidad de Pittsburgh estábamos visitando la fábrica principal de la Westinghouse Electric Corporation. Todos, por doquier, escuchaban en sus radios portátiles. Un alumno holandés, con un gorro ruso, había estado en Moscú cuando los rusos pusieron en órbita a Yuri Gagarin, y fue muy entrevistado. Cuando se anunció el éxito de esa misión espacial de EE.UU. la alegría general fue inmensa.

2. La epifanía de E.D. Mitchell, el sexto norteamericano que caminó en la Luna

[Epifanía: manifestación, aparición o comprensión súbitas]

El Dr. Edgar D. Mitchell es el sexto astronauta que caminó en la Luna, en la Misión Apolo 3, 1971. Era Capitán de la Marina de EE.UU. y es Bachelor in Sciences por la Carnegie-Mellon University, Master of Sciences por la U.S. Naval Posgraduate School, Doctor in Astronomy and Astrophysics por el MIT, Doctor Honorario de varias Universidades de EE.UU. y autor de dos famosos libros. Recibió la Medalla del Congreso de EE.UU. y fue candidato al Premio Nobel de la Paz.

En su viaje de regreso de la Luna experimentó una epifanía, una súbita revelación o expansión de consciencia sobre la Consciencia y la Unidad del Universo. [Como San Paulo en el camino de Damasco, o como un Yogui o Iniciado]. De verse como un observador separado del Universo pasó a sentirse como dentro de éste y comprendió la Unidad de Todo. Su vida cambió radicalmente. A su retiro de la Armada, co-fundó en California el Noetics Institute, de 30 mil miembros, para fomentar investigaciones en esas disciplinas.

No confundir Noetics, conocimiento directo, en una acepción, con No-Ethics, falta de ética. Noetics, Noética, del griego Nous, mente o intelecto, es como una rama de la metafísica relacionada con el estudio de la naturaleza, el intelecto y el conocimiento interno. Pero es más que eso, ya que se refiere al “conocimiento directo” de todo. Nació en el Antiguo Egipto y siguió en los Antiguos India y Tibet. Algunos occidentales avanzaron algo en esa dirección: Anaxágoras, Platón, Aristóteles, Plotino, Avicena, Averroes, Helen P. Blavastky, H. Bergson, R. Steiner, G. Gurdjieff, P. Ouspensky, P. Teilhard de Chardin, C. Castaneda. Parece, con el debido respeto a esos famosos filósofos, que ninguno de ellos aportó algo, en el tema en cuestión, que no hubieran tratado ya los antiguos egipcios, hindúes y tibetanos, salvo vocablos que indican menos que las palabras de aquellas antiguas civilizaciones. Tampoco aportaron algún método a seguir por quien quiera avanzar. Esto sí lo hizo Paramhansa Yogananda, aunque no en sus libros, sino a sus discípulos. Hay actualmente adeptos a la Teoría de Noosfera, de V. Vernadsky y P. Teilhard de Chardin, y otros a la Teoría Gaia, la Tierra como Ser Vivo, de J. Lovelock. Estas y otras teorías son como vistas parciales del tema principal citado.

Versos de unos poemas que Edgar Mitchell escribió mientras era astronauta:

Search [Búsqueda]:

To find the great Tomorrow,

Where all the wants are met,

I´ve searched and hoped, dreamt and chose,

But I haven´t found it yet…

Insight [Intuición]:

It´s all part of One,

A song that is sung

Each note at its place in the tune.

In this Universe wide, each segment is tied.

The earth to the stars to the moon…

3. La teoría de que los Moais son seres vivos lentísimos

Se ha escrito mucho sobre la Isla de Pascua, o Christmas Island. El Lector RB la visitó y me escribió sobre algunos misterios de esa isla. Si uno acepta lo exotérico puede quedar feliz y no ver ningún misterio. Si uno acepta lo esotérico sabe que los “misterios de la Isla” se deben explicar de una manera más profunda. No comento aquí sobre esos temas: hay demasiada información sobre ellos. Pero he dicho algo en mis crónicas de años ha sobre los Registros Akásicos, el mítico Continente Mu, o Lemuria, y otros. También puse algo en mi libro metrificado “MetriCrónicas”, sesgadamente.

Dos escultores pascuenses, o chilenos rapa nui, que han realizado varios moais para ciudades del extranjero, tallaron en Santiago el Hoa Nui, Amigo de Todos, de 5 metros de altura, en una roca extraída del volcán Llaima y sobre una base de piedra de Chicureo. La cabeza es de otro mineral. El alcalde de Ñuñoa lo puso en la explanada frontal del Estadio Nacional pero la Dirección de Monumentos Nacionales ha decretado que se le traslade a otro sitio. El alcalde aduce que el moai es un gesto de respeto hacia el pueblo rapa nui y que hace poco todos los chilenos defendíamos los moais como “Maravillas de la Humanidad”. La colonia griega había regalado, en 1962, la estatua de un Discóbolo para esa explanada. Alguien de esa colonia dijo que había visto discóbolos lanzando discos pero nunca a un moai corriendo. Eso me recordó la teoría que sigue.

Una teoría que leí sobre los moais es que son seres vivos que viven a un ritmo lentísimo, tal que uno puede detectar cambios en ellos sólo en decenas de años o en siglos. A lo mejor el autor de esa idea ha puesto ahora algo en Internet. Hace unos años había un moai en Viña del Mar, en una “isla central” de la Avenida Marina, frente al Club Árabe. Una vez traté de fijar la proyección del moai en un sistema de coordenadas basado en el muro de enfrente, del lado del cerro. Después de un año volví pero no detecté cambios a escala de centímetros. Puede que los hubiera en milímetros, pero no tenía un láser y seguramente el muro se había movido con los sismos diarios que hay, aunque uno no los sienta. No había GPS para fijar posiciones desde arriba. No pude seguir al año subsiguiente porque se habían llevado el moai. Esto parece broma pero tiene facetas que se remontan, otra vez, al Antiguo Egipto, y a teorías de “vida universal”.

4. Sobre el 21 de Mayo y héroes chilenos y extranjeros

En una Crónica sugerí, aunque nadie me lea y menos haga caso, que el 21 de Mayo vuelva a ser un día de unión de los chilenos y en el que se respete la memoria de “quienes podían haberse rendido, honorablemente, pero que prefirieron combatir hasta el fin, honrosamente”. Ahora es un día político, de desunión y de discursos que todos escuchan para criticarlos y que nadie recuerda una semana después.

El Lector RG, de EE.UU. me comentó que él ha leído la historia peruana y que ella no concuerda con la chilena en lo referente a la Guerra del Pacífico, 1879-1884. Eso es natural y ocurre siempre que se enfrentan países. Francia y Alemania, verbigracia, libraron varias guerras y las historias de ambas naciones difieren en lo que respecta a ellas. EE.UU. y México, como otro ejemplo, se enfrentaron en guerras y las historias de ambos países discrepan sobre ellas. Al menos en Sudamérica convendría que algunos historiadores, de los diversos países, se unieran para escribir un libro de historia común. Un académico chileno, de Santiago, siempre escribe con un espíritu americanista y da gusto leer sus cartas a los diarios, aunque uno discrepe con él a veces. Al mencionar a los héroes chilenos de la Guerra del Pacífico, en Chile no se olvida, y se honra, al héroe boliviano Eduardo Abaroa y al héroe peruano Miguel Grau, que cayeron combatiendo por sus Patrias, sin vacilar, frente, respectivamente, a tropas y naves chilenas superiores.

RG critica también a los jefes chilenos por “enviar a combatir a dos naves de madera”. En realidad, esas dos naves quedaron en Iquique porque no podían navegar a la velocidad de los blindados chilenos. El historiador Francisco Antonio Encina criticó, en su famosa obra de historia, a los jefes militares chilenos en esa guerra, principalmente a los del ejército. El gobierno de Chile nombró al civil Rafael Sotomayor como Ministro de Guerra en Campaña para dirigir dicha guerra, y él organizó y planeó varias de las operaciones de ella. También supo escoger a jefes idóneos en la Armada y Ejército.

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Juan L. Hernández Sánchez

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